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Vilagarcía lleva dos días sumergida en sentimientos que oscilan entre el dolor ante la trágica suerte del joven Manuel Abalo y la indignación ante el desparpajo criminal y la frialdad con la que se comportó el conductor del automóvil que segó su vida.
Las conversaciones acerca de lo ocurrido se repetían, ayer, en el atrio de la iglesia parroquial de Santiago de Carril. «Morreu quen non debía morrer, tiña que ser o outro se é que quería desgraciar a súa vida», lamentaba un hombre entrado en años en la puerta del templo. Muchas de las cuatrocientas personas que se dieron cita allí eran jóvenes. Cuadrillas de amigos apenados, reunidos para despedir a Manuel.
Pero, además del dolor, había también enfado. Intentos por explicar cómo alguien es capaz de acelerar un automóvil hasta triplicar el límite de velocidad permitido en una vía urbana. En una avenida que quien conducía sabía perfectamente muy concurrida a esas horas. Indignación por la relativa frecuencia con la que escenas semejantes se repiten, normalmente de madrugada. Aunque no siempre. Hace dos semanas, un domingo por la mañana, un tipo utilizaba la rotonda de O Ramal y el inicio de A Mariña y el vial portuario para probar su BMV. Entraba, salía, aceleraba bruscamente, frenaba, hasta estar a punto de llevarse por delante a una mujer.
Peatonalización y vigilancia
«O que tiñan que facer era poñer alí unha patrulla, porque isto xa é demasiado», afirmaba un hombre. Otras opiniones, procedentes del sector hostelero, hablan incluso de peatonalizar A Mariña durante las noches del fin de semana, como se hace en la zona del mercado. Y una mayor presencia disuasoria de la policía.

(Fuente: La Voz De Galicia, 14-05-2008)
 
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